Me amó y se
entregó por mí
Este día recordamos la
muerte de Jesús, clavado en una cruz. Ocurrió hacia las tres de la tarde, a las
afueras de Jerusalén. Le pusieron denuncias por decir que era Hijo de Dios y
por proclamarse rey, y en el juicio le trataron de blasfemo y oponente al
emperador de Roma. Por eso le condenaron a morir. Junto a la cruz de Jesús,
estaba su madre, la hermana de su madre y María Magdalena
Viernes Santo de la Pasión
y Muerte del Señor. Toda la Iglesia hoy mira con atención, con amor, con
agradecimiento y con profundo sentimiento de adoración, la Cruz del Señor. Hoy
llega a su punto culminante su entrega por nosotros.
En este día no se celebra la
Eucaristía en todo el mundo. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni
adornos. Recordamos la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo
ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad
hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.
Van vestidos de rojo, el color de los mártires:
de Jesús, el primer testigo del amor del Padre y de todos aquellos que, como
él, dieron y siguen dando su vida por proclamar la liberación que Dios nos
ofrece.