Un solo Dios
en tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El domingo pasado, con la
solemnidad de Pentecostés, terminó el tiempo de la Pascua; el lunes retomamos
el tiempo ordinario, es decir, el tiempo de la Iglesia, un tiempo en el que
estamos llamados a vivir el Evangelio en la normalidad de la vida cotidiana,
dando testimonio de la alegría de ser discípulos de Jesús crucificado y
resucitado.
La Iglesia dedica el
siguiente domingo después de Pentecostés a la celebración del día de
la Santísima Trinidad.
El misterio de la
Santísima Trinidad, un sólo Dios en tres Personas distintas, es el misterio
central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí
mismo.
Aunque es un dogma difícil
de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la
Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y,
cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en
Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los católicos creemos que
la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres
Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las
tres Personas es enteramente Dios.
El Papa Francisco en 2013 al
explicar a unos niños las tres personas de la Santísima Trinidad les dijo que “el
Padre crea el mundo, Jesús nos salva ¿y el Espíritu Santo qué hace? Nos ama,
nos da el amor”.