“Dales, Señor, el
descanso eterno.
Que brille para
ellos la luz que no tiene fin.
Descansen en paz”.
Amén.
Esta fiesta responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar
por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en
estado de purificación en el Purgatorio.
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también
las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer
más corto el período de purificación y que puedan llegar a ver a Dios. A estas
oraciones y/o gestos se los llama sufragios. El
mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.
San Agustín decía: "Una flor sobre su tumba se marchita, una
lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe
Dios".
Elevemos hoy nuestras oraciones por las almas de nuestros
familiares, amigos y conocidos que ya partieron a la Casa del Padre.
María,
Madre de Dios, y Madre de misericordia, ruega por nosotros y por todos los que
han muerto en el regazo del Señor. Amén.