“El nombre de la virgen era
María” Lc 1,27
Cada 12 de septiembre la Iglesia celebra el Santísimo Nombre de la
Madre de Dios: “María”. Es el nombre que evoca la obra de la salvación eterna,
porque esa sencilla palabra, “María”, encierra el gran misterio del amor de
Dios por sus creaturas.
Según costumbre de los judíos, ocho días después del nacimiento de
la Virgen, sus padres le impusieron el nombre de María. La liturgia, que ha
fijado algunos días después de Navidad la fiesta del Santo Nombre de Jesús, ha
querido instituir también la fiesta del Santo Nombre de María poco después de
su Natividad. Celebrada primero en España, esta fiesta fue extendida a toda la
Iglesia por el Papa Inocencio XI, en 1683, para agradecer a María la victoria
que acababa de ganar Juan Sobieski, rey de Polonia, contra los turcos.
El nombre hebreo de María, en latín Domina, significa Señora o
Soberana; y eso es ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo.
Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora, pronunciar su nombre es afirmar su
poder, implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.